El patriarcado contra la Amazonia
El ataque a la ministra brasileña de Medio Ambiente indica que el colapso del clima y la biodiversidad tiene género


Marina Silva ocupa hoy la posición política más difícil de Brasil: representa la resistencia al avance de la devastación de la mayor selva tropical del planeta y de todos los biomas, tanto dentro como fuera del Gobierno de Lula da Silva. En vísperas de la COP30, la primera que se celebra en la Amazonia, la ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático se enfrenta casi sola a la mayor ofensiva contra la legislación que protege la naturaleza desde la dictadura. La semana pasada sufrió una emboscada verbal en el Senado, en la Comisión de Infraestructuras en la que compareció, y, salvo voces aisladas, opositores y oficialistas la dejaron desangrarse. La escena, que se hizo viral en internet, pone de manifiesto la íntima relación entre el patriarcado y la violación de la naturaleza que nos conduce al colapso climático.
“La mujer merece respeto, la ministra no”, atacó el senador Plínio Valério. El mismo senador ya había dicho hace poco que tenía ganas de ahorcarla. El presidente de la comisión, Marcos Rogério, aliado del expresidente y extremista de derecha Jair Bolsonaro, le cortaba el micrófono cada vez que Marina Silva se defendía de los ataques. Al final, bramó: “Póngase en su sitio”.
La ministra exigió una disculpa y, al no recibirla, se levantó y abandonó el Senado. La escena de hombres blancos trajeados agrediendo verbalmente a una mujer negra de 67 años, ministra de Estado, fue un espectáculo de misoginia tan violento que miles de personas en diferentes partes de Brasil declararon su apoyo a Marina Silva. Odian a la ministra porque impide —menos de lo que a ella misma le gustaría y mucho más de lo que el propio Lula desea— el avance de la explotación de la Amazonia y de todos los biomas. La odian por lo que intenta impedir que ocurra y manifiestan este odio porque es una mujer. Odian la idea y violentan a la mujer.
Es imposible entender la destrucción de la Amazonia sin entender el papel del patriarcado. El imaginario de una naturaleza “virgen” a la espera de ser “descubierta” y penetrada por hombres es un clásico en los relatos de las invasiones coloniales que se perpetúa hasta hoy. La selva, como las mujeres, ha sido, desde que el primer hombre blanco puso un pie en ella, un cuerpo para la violación y la extracción, un cuerpo-mercancía. En 2019, Bolsonaro llegó a decir: “[la selva] es una virgen que todos los pervertidos de fuera quieren”. La cuestión en ese momento era si la selva sería violada y saqueada por los pervertidos de fuera o los de dentro.
La violencia que sufrió Marina Silva por resistir en un lugar de poder, donde su cuerpo es el que impide el avance sobre el cuerpo-selva, es clave para entender este momento. En la Amazonia y en todos los biomas, el protagonismo de la lucha en defensa de la naturaleza lo están ejerciendo las mujeres, al igual que son jóvenes mujeres las que lideran el movimiento que inició Greta Thunberg y otros levantamientos urbanos. Las mujeres están en todos los frentes de la lucha climática y esto no es una coincidencia, sino un hecho decisivo para el futuro de todos.
El colapso del clima y de la naturaleza, que condenará a muerte a una ingente cantidad de personas si no se frena, tiene género: lo han causado hombres y aún hoy son mayoritariamente hombres quienes toman las decisiones que aceleran la catástrofe. También tiene color, ya que tanto el colonialismo como el capitalismo que lo han producido fueron proyectos de hombres blancos. No es casualidad que la resistencia a esta fuerza de destrucción también tenga género y en las últimas décadas es cada vez mayor el protagonismo de mujeres no blancas en las luchas mundiales.
Esta relación está invisibilizada en los informes científicos, en una ciencia también blanca y hecha por hombres, pero está determinando el curso de los acontecimientos. En este momento, la opresión es la destrucción de la casa-planeta. Y enfrentarse tanto a la misoginia como al racismo es decir “no” a los proyectos que avanzan sobre la naturaleza.
Movimientos como el #MeToo, que han roto el silencio en torno a la cultura de la violación, deben dar un paso más y ampliar su comprensión y su acción: la lucha solo será completa si se establece la conexión entre el cuerpo de las mujeres y el cuerpo de la naturaleza, en acelerada destrucción que podría culminar en la extinción de la vida. Enfrentarse a la violencia de género es enfrentarse a la destrucción de los cuerpos-naturaleza. No es una lucha y otra, sino la misma lucha. Marina Silva lo sabe.
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