La inestable estabilidad
La unidad de Junts y PSC formaría una mayoría de amplio espacio y ambivalencia patriótica


Las mayorías políticas se construyen a partir del principio de la mitad más uno. Y por tanto hay una tendencia natural a la división en dos bloques construidos en función de la frontera derecha/izquierda. Sin embargo, en los últimos años, a partir del hundimiento de los regímenes de tipo soviético y de las mutaciones del capitalismo, se ha entrado en una mayor complejidad y a menudo se necesitan alianzas con varias cabezas para formar las mayorías necesarias. El espacio centrista —un territorio impreciso que adorna las querencias conservadoras— ha adquirido peso al tiempo que las derechas sufrían el agobio de las extremas derechas (a las que la derrota del fascismo y del nazismo había condenado a la marginalidad).
Las diferencias en política económica se han ido desdibujando y el paso al capitalismo financiero y digital está descolocando a las izquierdas y desplazando hacia la extrema derecha la expresión del descontento popular. Crece la fragmentación en función de las singularidades de cada país. El ejemplo francés, con el espacio conservador hecho triza, es paradigmático.
Los casos de España y Cataluña añaden complejidad al ejercicio. En el Parlamento español, aunque ha visto crecer el número de grupos parlamentarios, el eje sigue siendo derecha/izquierda con el PP y el PSOE como grupos articulares de cada bloque, sin que la súbita irrupción de Ciudadanos, que después de un crecimiento acelerado fruto del proceso catalán se descompuso justo cuando empezaba a tocar poder, haya afectado el papel del PP como primera fuerza conservadora, al tiempo que en el espacio de la izquierda, los socialistas han reafirmado su hegemonía después de la irrupción acelerada y fulminante caída de Podemos y compañía.
El lugar del centro en España lo han venido ocupando, en el sentido de capacidad para contribuir al cambio de mayoría, los nacionalistas vascos y catalanes, que tradicionalmente completaban la mayoría del lado ganador para sacar la consiguiente tajada. Pero este escenario ha cambiado sensiblemente, con el crecimiento de la extrema derecha que acosa —y a menudo atrae— a la derecha. Y en cualquier caso la tiene como rehén: le necesita para poder gobernar como se ha visto en diversas comunidades autónomas. Y obliga a Feijóo a hacer el paripé, sabiendo que es improbable que pueda llegar a la Moncloa sin contar con ella. En un momento, con el eco del procés, es difícil para la derecha construir una mayoría que dependiera del voto del nacionalismo catalán. El PSOE tiene más margen, a pesar del desbarajuste de los partidos a su izquierda, porque Esquerra Republicana no pasará al otro bando y el regateo con Junts todavía es posible.
El esquema catalán, sin embargo, es distinto, porque en el marco postprocés, la derecha española queda en posición de clara marginalidad y con poco margen para recuperar los regateos con el pujolismo. De modo que los dos grupos con capacidad de articular mayorías siguen siendo Junts, heredera de CiU, y el PSC, que cuenta con los Comunes y tiene tradición de acuerdos con Esquerra Republicana. En la alternancia se suman los dos factores: derecha/izquierda y nacionalismo español/nacionalismo catalán, que decantan las mayorías y, por esta segunda razón, ahora mismo es impensable ver a Junts dependiendo de la suma de PP y Vox.
De modo que en cualquier momento nos podemos encontrar en un escenario en que Junts y PSC se tengan que mirar a los ojos y decidir si es posible cruzar los dos ejes y formar una mayoría de amplio espacio y ambivalencia patriótica. Y son curiosos los giros de la historia, años atrás una coalición de este tipo se hubiese justificado como socialdemócrata, ahora que la socialdemocracia se está desdibujando lentamente pero seguro, ¿cuál sería el punto de encuentro? ¿Una inestable estabilidad?
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