Los 50 mejores libros de 2024
El complejo retrato que Leila Guerriero pinta de una mujer superviviente de la violación y la tortura durante la dictadura militar argentina arrasa entre un jurado formado por más de cien expertos. La lista de este año, más innovadora de lo habitual, apuesta por novelas caracterizadas por el riesgo artístico
La lista deseada se parece bastante a la que ha salido de las votaciones del jurado que este año han integrado 107 expertos. Aparecen clásicos contemporáneos —como Paul Auster, Lídia Jorge, Mircea Cărtărescu o Ignacio Martínez de Pisón—, pero destaca la incorporación de voces apenas escuchadas hasta ahora como son las de David Uclés, Sara Barquinero o Nicolás Sesma.
Aunque la lista tiene algo de inesperado, porque no aparecen libros premiados ni tampoco lanzamientos megapromocionados, no ha sido una sorpresa que La llamada fuese elegido el mejor libro del año. Desde el primer día que pudo leerse, Leila Guerriero ha fascinado con la máquina de precisión literaria que es su retrato de Silvia Labayru. El nombre de la periodista argentina abre una lista en la que el peso de las escritoras latinoamericanas —Enriquez, Ojeda, Gainza— debe ser justamente subrayado.
1) La llamada
Leila Guerriero
Anagrama

Durante la dictadura argentina la Escuela de Mecánica de la Armada —la ESMA en Buenos Aires— fue el principal centro de detención clandestino del país. Entre 1976 y 1983 allí fueron torturadas, secuestradas y asesinadas unas 5.000 personas. Sobrevivieron menos de doscientas. Una de ellas fue Silvia Labayru, hija de una familia de militares. En 2021 Leila Guerriero (1967) vio la fotografía de esa mujer en un reportaje publicado con motivo del primer juicio por crímenes de violencia sexual cometidos en ese infierno. Habían pasado décadas sin que ella hablase con periodistas. Después Guerriero habló con ella, con respeto y obsesión, días y días y días, con ella y con decenas de personas, en calma y ante el vértigo. Porque la supervivencia, moralmente, es más compleja que la muerte: lleva la humanidad al límite.
¿Qué sucedió allí? ¿Cómo logró sobrevivir? “Bajo amenaza de muerte, consentir es resistir”, puede leerse en un texto que Labayru le hizo llegar al empezar su diálogo. Cuando a finales de 1976 la detuvieron, tenía 20 años, embarazada de cinco meses, y pertenecía al revolucionario Ejército Montonero. Estaba integrada en el Servicio de Inteligencia cuyo máximo responsable en la capital era el escritor Rodolfo Walsh, autor de Operación Masacre, el hito fundacional del periodismo narrativo latinoamericano. Al leer La llamada conmociona que esta nueva obra maestra acabe por cuadrar el círculo de la mejor no ficción literaria en lengua española.
Leila Guerriero ha llevado el periodismo a una nueva frontera, sobre todo por la construcción de un riquísimo discurso formal donde fluyen las voces que matizan testimoniando y en el que la tensión entre lo ocurrido entonces y lo relatado ahora se convierte en una lección memorable sobre la vida adulta que se salva por la lucidez y contra el autoengaño. No hay juicio. Hay hechos, versiones sobre hechos y la moral, es decir, experiencia meditada sobre el dilema fatal y ambiguo entre muerte y supervivencia en un presente puro y oscuro. Hay alta literatura. Sé que la lectura de La llamada, tan adicitiva, me acompañará para siempre. Por Jordi Amat
Crítica de Jordi Gracia
Entrevista con Leila Guerriero. Por Andrea Aguilar
Charla con Leila Guerriero en el “podcast” Qué estoy leyendo
2) La península de las casas vacías
David Uclés
Siruela

David Uclés ha cruzado un océano de 14 años hasta dar por finalizada su tercera novela. La vocación inicial fue narrar la historia de su propia estirpe, arraigada en Jándula (trasunto del pueblo de Quesada). Sin embargo, acabó contando la de todo un país durante la Guerra Civil española, el terrible hito que truncó el futuro de lo que él gusta en llamar Iberia. Su imaginación desborda los marcos mentales en los cuales se suelen constreñir las narrativas contemporáneas, porque su mirada es imprevisible. No elude mencionar ningún episodio real bajo el tamiz de lo taumatúrgico. No rehúye siquiera vengarse con diálogos inventados de figuras que le resultan deleznables. Es la suya una escritura prodigiosa y atrevida. Incluso el narrador, que es el propio autor, interviene en los acontecimientos para dialogar con sus personajes, siempre concebidos a medio camino entre lo real y lo imposible, como por ejemplo Odisto, el hombre en torno al cual gira la historia, en homenaje a su tatarabuelo.
Todo el libro es un ejercicio apabullante de eso que hemos convenido en llamar realismo mágico y que, como decía Elena Garro, una de sus máximas exponentes, no es más —ni menos— que “la plasmación de la cosmogonía de los pueblos originarios”, de los habitantes de lugares como Jándula/Quesada, quienes, a principios del siglo XX, aún pasaban la vida ajenos a la contaminación de lo urbano, a la coerción de lo convencional y a la preponderancia de lo homogéneo. Basta con advertirles que la novela empieza con el parto de un niño muerto y el rito del luto tiñéndolo todo, incluso los árboles. No se me ocurre una imagen más profética con la que empezar a contar esa guerra que la de un árbol negro. Por Esther López Barceló.